top of page

Ventana italiana: ¿Qué se considera un buen libro de literatura infantil y juvenil? Parte 3

Actualizado: 29 abr 2019

Escritora, animadora

Italia


¿Qué se considera un buen libro? Regresemos al tema, desde otro punto de vista.

Un «buen» libro debe tener un autor. Su nombre y apellido tienen que estar bien visibles en la carátula. Por este motivo, Disney no es un autor de obras literarias: él nació como autor de dibujos animados y con su talento creó un imperio de diversión para las familias. Nada que ver con la literatura infantil. Peppa Pig, Geronimo Stilton y muchos otros no son autores, sino personajes de libros seriales. Y los libros seriales son obras de ghostwriters, personas que siguen un esquema prefijado y no pueden (ni queriéndolo) ser creativos o expresar su punto de vista.


Quien se dedica en escribir libros seriales no puede contar nada personal, no comparte su visión del mundo con el lector. Entretiene con un texto que puede ser bien acabado, pero necesariamente estandardizado, incluso en el estilo literario, homogeneizado según un proyecto editorial. Esta clase de productos comerciales no estimulan la curiosidad hacia otros tipos de libros, no hacen crecer al lector, sino que lo mantienen como mero consumidor, bajo el poder del marketing.


Un buen libro, por el contrario, es una idea que se transforma en un cuento solamente gracias al trabajo creativo de su autor.


La transposición literaria de una película no es un «buen» libro. De nuevo, no habrá un autor. O, si hay, esta persona no pudo hacer cambios en la trama, solo pasar la mayoría de los diálogos al estilo indirecto y hacer muchos, pero muchos cortes. El resultado es nuevamente un texto anónimo, sin alma ni carácter y sin originalidad de estilo. A veces, hasta incompleto: faltan claves para entender lo que pasa, porque la idea es que el lector haga referencia a la película cuando hay un vacío en la narración. La lectura de estos libros es inútil, siendo una repetición mal hecha de algo mejor hecho.


Los libros seriales, en su mayoría, no son buenos libros, aunque tengan un autor en la carátula, porque invitan a la repetición de un esquema y otra vez cierran la puerta al resto. Es más, favorecen la aptitud de «seguir la corriente» y la disponibilidad a dejarse seducir por las sirenas del marketing de que les hablé poco antes.


Si queremos formar lectores capaces de enfrentarse al océano de los libros para seguir su propia ruta de navegación lectora, entonces el libro serial y el libro trendy no podrán ayudar en el camino.


Y al final, si el objetivo es formar lectores con gusto, hay que buscar un entretenimiento más activo y variado, capaz de estimular la curiosidad de un joven, su interés hacia el mundo en que vive, para que aprenda a escoger por su cuenta.


Los libros de autor no garantizan siempre el «cabo de obra», sería ingenuo pensarlo y un engaño declararlo, pero sí garantizan el valor básico de un texto: el escritor desarrolla una idea que le parece interesante, escoge el orden de los eventos que piensa contar, el punto de vista desde el que presentar los personajes y sus actos, busca el enfoque, el estilo y el ritmo que considera más adecuados. Y a este punto valdrán también las palabras con las que sabrá recrear vivencias (reales o imaginarias): palabras que son de él, que él escoge libremente, sus palabras. De esta manera logra ofrecer a sus lectores, junto a su visión personal de la vida y su personal gusto literario, un texto original e irrepetible.


La pluralidad de la literatura, su oferta amplia de voces, de temas y de puntos de vistas diferentes, nos ayudan a pensar de una manera más libre y a tomar nuestras decisiones sin seguir la corriente. Este es el punto vital que nos recordaba Rodari: el hombre que lee y comprende el significado de cada palabra nunca será esclavo.


Esto lo sabemos nosotros, los adultos, por lo menos los que trabajamos en el fomento de la lectura. Pero, ¿cómo convencer a niños, niñas y jóvenes de que vale la pena leer? ¿Cómo llevarlos a disfrutar de las ventajas de la lectura? ¿Cómo hacer que comprendan que el hábito lector les va a deparar un futuro mejor como personas y como ciudadanos?


Lo cierto es que las admoniciones o los sermones no sirven para nada. A un niño le interesa el esparcimiento, la perspectiva de gozar con experiencias divertidas. Y si ustedes lo piensan bien, todos los que leen de verdad (no los que «proclaman» leer mucho y no leen nunca) se han enamorado de la lectura y han ido a buscarla como forma de agradable entretenimiento, tan agradable que desde chicos le encontraban un espacio entre otras diversiones: un partido de fútbol con su pandilla, una película en la tele, una reunión con sus amigas.


Para conquistar a los jóvenes en la lectura se necesita una entrega constante, concreta. Y, más que nada, se necesita un adulto lector. El buen ejemplo, y no las admoniciones, genera el efecto Pigmalión, o sea el deseo de imitar al adulto que lee y que disfruta de sus lecturas.


Volveremos a hablar sobre ese tema.

 

Si te ha gustado este artículo, comenta, comparte en tus redes o colabora con nosotras para que podamos seguir escribiendo. Recuerda que también puedes participar, si tienes un artículo que encaja con nuestro perfil. ¡Gracias por acompañarnos! Escritoras en Red

 
66 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page