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Ventana italiana: ¿Qué se considera un buen libro de literatura infantil y juvenil? Parte 1

Actualizado: 18 ene 2019

Escritora

Italia

«Abundan las simplezas en la literatura infantil y juvenil (LIJ) y nadie ignora que dar de leer tonterías vale tanto como maleducar». (Sebastián Salazar Bondy, poeta, dramaturgo y periodista peruano, 1924-1965).


«Un buen libro acostumbra al hábito del pensar». (Mario Lodi, pedagogo y escritor italiano, 1922-2014).


Quién no estaría de acuerdo con estas declaraciones. Más complicado resulta irnos un poco mas allá y preguntarnos: ¿en qué clase de libros estaba pensando el maestro Mario Lodi? o ¿cuáles son las simplezas a las que se refiere Salazar Bondy? Y, al final: ¿qué se considera un buen libro de LIJ?, ¿qué tanto debe tener de especial y diferente del resto de libros alineados en los estantes de una librería o de una biblioteca?, ¿cómo reconocer su valor intrínseco y estar seguros de que sí, de que esta vez escogimos bien y que lo pasamos bien leyendo, que disfrutamos y que valía la pena compartirlo con nuestros hijos, alumnos o amigos?


No es nada fácil encontrar respuestas definitivas y es posible que nadie tenga la receta mejor, porque la literatura es dinámica, cambiante, flexible e innovadora, y no se deja encasillar en gráficos o esquemas, menos en los pretenciosos listados de top ten de ventas.


El que se interesó mucho en el tema fue Gianni Rodari, el más famoso entre los escritores italianos modernos. Siendo un creativo, estudió el asunto desde otro punto de vista, o sea: cómo nacen los cuentos y de qué manera los puede trabajar el autor. En su ensayo Grammatica della fantasia, obra crítica que mantiene hasta ahora toda su fuerza de innovación, encontramos ejemplos del arte de sacar cuentos a partir de juegos de palabras, lapsus, disparates... Todo error puede ser pretexto para un texto.


Una declaración que podría llevarnos a pensar que todos podemos ser escritores, si no fuese que la gramática de la fantasía necesita el alimento de la creatividad para crecer y llenarse de sentido, para contar algo que sea atractivo, con una perspectiva diferente y un desarrollo inesperado, para contar cuentos que cuestionen lo que nos enseñaron y que aceptamos por cierto y seguro, estimular preguntas incómodas, curiosidad, interés por lo que es diferente, ganas de conocer los vaivenes de la vida a través de los protagonistas de una ficción literaria y capacidad de comprender el punto de vista del otro.


Rodari no era un ingenuo soñador, sino un soñador racional, si me permiten el juego de palabras. Por esto quiso aclarar que los «ejercicios» de su Grammatica no estaban orientados a que todos fueran escritores, sino «para que nadie fuese esclavo».


Esto significa que el ejercicio de la lectura continuo, curioso, libre e inquieto es el que nos permite asentarnos en este mundo y tomar nuestras propias decisiones, sin dejarnos condicionar por las sirenas del marketing que nos reducen a meros consumidores, sin permitir que los políticos nos dejen embelesados con sus oraciones, rebosantes de palabras y vacías de propuestas concretas.


Leer para no dejarse esclavizar, como proclama Rodari, es una trayectoria de vida personal y social, no solamente un transcurso escolar. Es una educación permanente, que dura toda una vida y no una carrera profesional. Para lograr este reto no basta con estudiar: se necesitan libros. Libros con poesías y cuentos completos, no antologías escolares, donde encontramos piezas dispersas del alma de un escritor o de un poeta, con las que se hace una útil aunque dolorosa disección de la literatura. Cabe recordar, porque casi siempre lo pasamos por alto, que entre estos libros formativos no está solamente la ficción, sino también la no ficción.


Las metas del sistema escolar no coinciden, ni podrían hacerlo, con las perspectivas de la educación a la lectura libre. Es importante no confundir las dos trayectorias, que pueden encontrarse en algunos momentos vitales de su propio camino para compartir proyectos, pero siempre tomando en cuenta que aprender nociones y fomentar la lectura son dos desempeños, que se alimentan de la misma «materia» desde puntos de vista bien diferentes.


Lo que resulta evidente es que leer buenos libros es un asunto importantísimo, imprescindible. Y que leer buena ficción también es sumamente importante.

De esta manera regresamos al tema inicial: ¿qué es un buen libro de LIJ?


De este tema voy a ocuparme en mi próxima ventana.

Mientras tanto, espero vuestros comentarios.

 

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