Escritora, animadora
Italia
¿Qué es un buen libro? Regresemos al tema con más detalles. Como ya les dije en mi ventana anterior, la cuestión es ardua. Las variables del gusto son infinitas, y no solamente de cultura a cultura y de persona a persona, sino también para cualquiera de nosotros, a lo largo del recorrido de una vida.
Creo que a todos ustedes les habrá sucedido abandonar la lectura de un libro por encontrarlo muy poco atractivo y, en cambio, años después, regresar a leerlo por curiosidad o casualidad y enamorarse de su hermosura. Pero también les habrá ocurrido descubrir que un libro muy querido en su juventud ya no les da la misma emoción de antes, o peor, les parece insípido y banal.
Los libros no cambian, pero nosotros sí cambiamos aptitudes, gustos, expectativas. Solamente unos libros tienen el privilegio extraordinario de permanecer atractivos durante toda nuestra vida, ofreciéndonos diferentes razones para apreciar su valor. En mi caso, la obra que ha sido y sigue siendo gran compañera de mi vida es el Pinocho, de Collodi.
Daniel Pennac en su Decálogo del lector nos recuerda que los lectores tienen sus derechos, entre los cuales los más importantes son escoger sus propias lecturas y la manera de leer (todo el libro, desde el principio y sin saltar capítulos, solo las partes más movidas, empezando por el final, etc.). A ese decálogo yo le agregaría, tratándose de literatura infantil y juvenil (LIJ), el derecho a leer en posiciones y lugares insólitos (¿quién no leyó al revés, acurrucado en el sofá o debajo de las sábanas, en sus años verdes?).
La libertad de la lectura es un derecho sagrado, algo que tiene un alto valor político y social, como bien saben los que viven bajo las dictaduras.
En este caso, el tema que quiero plantear es otro: cómo formar a los lectores del futuro (niños y jóvenes). Para ellos cabe pensar en proyectos que les ayuden a crecer. El asunto es la responsabilidad que los adultos tenemos frente al reto de mejorar la sociedad en que vivimos.
Así como nos preocupamos de cuidar la alimentación de un niño, ofreciéndole los principios nutritivos necesarios a su desarrollo físico a través de una dieta balanceada, de la misma manera tenemos (tendríamos) que alimentar su capacidad crítica, su creatividad, su sentido del humor (que es tan importante para formar la libertad de opinión) con una oferta de libros variada, sabrosa, interesante, vivaz, valiosa... En pocas palabras: libros de alta calidad literaria.
Así, lo mas sabio (y menos complicado) me parece que es tratar de definir qué cosa no es un buen libro y cómo se reconoce un libro que no ayuda en este plan formativo del que les estoy hablando.
Es mi listado (justo unas pocas notas básicas, en realidad) y por esto no tiene la pretensión de ser un decálogo, ni hay que tomarlo como un interdicto de la Santa Inquisición. Lo que quiero hacer es subrayar la importancia de ir preparándose al momento de escoger un libro en la inmensa y seductora producción de LIJ. Un océano en el que es muy fácil perderse sin brújula y regresar a casa con las manos vacías o con una elección equivocada: algo que no valía la pena comprar, algo que no despierta la atención del lector.
Esta es una responsabilidad adulta: un niño no sale a comprar libros, así como no saldría a comprarse comida. Somos los adultos (padres de familia, profesores, animadores, bibliotecarios, editores) que acercamos las nuevas generaciones al placer de la lectura.
Antes de comprar un libro, hace falta conocer las características del lector a quien se lo vamos a regalar. Y elegir algo que le guste a él, igual que a nosotros. La regla de oro es, efectivamente, no comprarle lo que él compraría (por ejemplo, el libro más trendy), sino lo que no sabe todavía que le va a gustar un montón.
Abrir otras ventanas e indicar nuevos senderos literarios es un preciso deber del adulto, un deber que se cumple buscando entre los libros más sabrosos, geniales, únicos... Lo que está «muy de moda» no necesita nuestra ayuda, y por esto no hay por qué desperdiciar nuestras mejores energías para apoyarlo.
Voy a continuar con el mismo tema la próxima vez.
Mientras tanto, espero sus comentarios, queridos lectores.
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Excelente columna. Me quedo reflexionando que si es responsabilidad del adulto brindar el libro adecuado, el adulto, a su vez, tiene que ser buen lector. ¿Y si no lo es? ¿Y si se deja llevar por la publicidad y lo que trae de regalo es, justamente, lo que vio en la primera plana del escaparate? ¿Cómo se rompe ese círculo vicioso? Creo que la escuela tiene un importantísimo rol en ese cambio, para generar buenos lectores que luego formarán nuevos buenos lectores a su vez. Los primeros adultos capaces de ese cambio, en ese caso, son los maestros. Yo hablé en una columna de este mismo sitio sobre el rol de mi padre en mi formación como lectora. Él no…