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Un café con Simone: Anaïs Nin

Psicóloga, grafóloga y escritora

España

Este café me imagino tomándomelo en Louveciennes (Francia), en la casa de Anaïs donde tantos momentos compartió con Henry Miller, uno de los hombres más importantes de su vida.


Me hubiera encantado entrar a esa casa y explorar los rincones donde se gestó el romance entre Jane Mansfield, Anaïs y Henry. Este fue sin duda uno de los triángulos amorosos más controvertidos del siglo XX, ya que, a pesar de que Anaïs estaba casada y de todas las dificultades, Henry nunca quiso renunciar a ella.


«Vino Henry. Me senté en el sofá y, en voz baja, le hice mis reproches, una larga acusación [...] Y me tendió en el sofá y me tomó sencillamente, con una mezcla de hambre y ternura, deteniéndose para decir: “Dios mío, Anaïs, ¿no sabes cómo te amo?”». (Extracto de su diario)


Dejando de lado mi interés por visitar casas de escritores me centro ahora en Anaïs, en mi opinión una de las escritoras más interesantes del siglo XX y, por eso, sus diarios amorosos están considerados entre los diez diarios imprescindibles que debemos leer.


Estos diarios, no censurados, exploran su propia vida amorosa en dos etapas: Incesto (1932-1934), donde destaca el quiebre definitivo que supuso la relación erótica con su padre, y Fuego (1934-1937), donde prosigue el relato de su vida en París y Nueva York y aborda sus relaciones con Miller y el psicoanalista Otto Rank.


Henry y Anaïs tenían una relación tumultuosa en la que pasaban de la ternura a la desesperación y durante esta relación ella siempre navegó entre las idas y venidas entre los brazos de Henry y los de su propio padre, Joaquín Nin.


En su diario, Incesto, la autora se refiere al Padre siempre con letras mayúsculas y con adoración y describe momentos que muestran la intimidad consumada.


«En el coche me acarició ligeramente [...]. Cuando vuelvo a mi cuarto para coger una foto, Padre me sigue y permanecemos pegados el uno al otro, sin atrevernos a besarnos, sólo cuerpo con cuerpo». (Extracto de su diario)


Se ha hablado mucho del complejo de Edipo de Anaïs hacia su padre. Quizás por ser conocedora de esto, estuvo durante casi toda su vida practicando el psicoanálisis.


Sin duda fue una mujer que se sintió libre y no tuvo miedo a transgredir, lo que queda constatado con el hecho de que cuando escribió el compendio de relatos eróticos (y pornográficos) Delta de Venus, en su afán feminista se convirtió en la primera mujer de la literatura que firmaba este tipo de relatos con su propio nombre.


«Habría querido terminar mi diario sin la confesión de un amor prohibido. Por lo menos, quería que mi amor incestuoso quedara sin escribir. Había prometido a mi Padre el más absoluto secreto. Pero una noche, aquí en el hotel, cuando me di cuenta de que no había nadie para hablarle de mi Padre, me sentí ahogada. Y empecé a escribir otra vez, mientras Henry leía a mi lado. Era inevitable. No podía eliminar mi diario cuando alcanzaba el clímax de mi vida, en el preciso momento en que más lo necesitaba para conservar mi sinceridad, por grande que fuera mi crimen». (Extracto de su diario, 2 de julio de 1933)


Anaïs fue escribiendo estos diarios a lo largo de toda su vida y sumaban más de 15000 páginas que la fueron convirtiendo, sin haberlo planeado, en una escritora valiosa, ya que pocos textos exploran la vida amorosa de una mujer con tanto detalle y sutileza como sus diarios. En ellos encontramos abiertamente narrados los aspectos físicos y psicológicos de esta mujer que trató de ser ella misma con plena libertad desde sus deseos sexuales y emocionales.


 

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