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Como puertas sobre los muros

Actualizado: 23 jul 2019

Correctora de estilo, editora de textos y lectora

Uruguay


Un libro diferente, autobiográfico, testimonial: cartas de amistad y de amor intercambiadas entre una mujer constante en su sostén vital y un preso por sus ideas (en la cárcel montevideana, el Penal de Punta Carretas, durante la dictadura, en los años 1976 al 1979). Con una voz propia (que se vuelve dos voces propias, la de ella, la de él) de entrañable ternura.


Es una obra breve, delicada, de poco más de noventa páginas de contenido textual, en una visceral prosa lírica de alto nivel entremezclada, a su vez, con la poesía de nuestros poetas más queridos. Si el lenguaje es precioso y la estructura, original, el contenido, lo mejor de todo…, bueno, el contenido es… inabarcable, imposible de expresar en pocas palabras. Hay que leer este libro, no hay recomendaseña que le haga justicia.


Sus pocas hojas incluyen un muy bienvenido prólogo (de poco más de tres páginas) de Hortensia Campanella. Como nos anuncia, esta es una obra en la que todo gira alrededor de «la valentía de decir».


En la cubierta, la ilustración de líneas rojas y amarillas sobre fondo oscuro conforma un corazón-abrazo-beso. La solapa trasera contiene información que necesitamos de inmediato: ¿Quién es ella, la autora? Ana Arjona, Anamaría. Escritora innata, maestra de jardín de infantes; exiliada en México durante la dictadura, regresada al Uruguay en democracia.


Autoeditado por su autora, corregido por mí, armoniosamente ilustrado (cubierta e interiores) por Gustavo Maca Wojciechowski, publicado en su Yaugurú Narrativivas (en junio del 2018), con contratapa de Gabriela Onetto e impreso en Mastergraf, Como puertas sobre los muros tiene sus páginas unidas en los pliegos originales, sin guillotinar. Nos obliga a cortarlas para poder leerlo, nos demora el ingreso a la historia que contiene.


La lectura se siente como una entrada a la intimidad del dolor contenido y desde la amistad al amor sin barreras, en la espera, en la fortaleza, en la lucidez, en los límites. En los muros se reabren puertas al sentimiento, para «urdir un camino al cielo» y también hacia nosotros, los lectores, unidos «contra la mariposa nocturna del miedo», siempre.



 

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