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A la intemperie

Correctora de estilo, editora de textos y lectora

Uruguay


Luego de más de veinte años de trabajar en lo mismo, la corrección de estilo, siempre el problema repetido, la desinformación de los legos: «¿Qué es la corrección de estilo?». Y vuelta a explicar, una y otra vez: es la corrección editorial previa a una publicación. De un libro en papel o en formato electrónico. De cualquier libro, de ficción, de no ficción. A los parámetros ortográficos y ortotipográficos de uso en todas las editoriales de habla española del mundo. Etcétera.


Y sumada a esta, la frustración, que desgraciadamente se mantiene intacta desde tantos años atrás y que también es siempre la misma: ¡Qué solos están los autores de textos literarios!, las autoras de toda edad, los buenos escritores nacionales…


Las editoriales no dan abasto en elegir las obras, seleccionan lo más vendible; la industria cultural del libro (en este orden, antes que nada, una industria; luego, en segundo lugar, cultural) debe hacer lo posible por sobrevivir: cada día se vende menos, aunque se lea mucho. Autores nacionales (o regionales) de culto con obras muy logradas no consiguen editarlas, reeditarlas o reimprimirlas. («¿Autores nacionales de culto», dice…? Sí, sin miedo al concepto de excelencia narrativa: para mí, por ejemplo, hay excelencia narrativa en los cuentos Perros, de Gabriela Onetto, Tiempo de guerra, de Vesna Kostelich, El vuelo, de Guillermo Álvarez Castro…)


Los buenos autores nacionales están a la espera de que alguien se acerque y les diga: «¡Vení, te publicaremos, distribuiremos tu obra y la difundiremos dentro y fuera de fronteras!». Eso ya no existe, lamentablemente; ya no es posible, se terminó. Algunos de los nuevos autores nacionales, los que quieren concursar con su ópera prima o quieren publicarla con el menor costo posible tienen las cosas un poquito más claras y se dicen, con sensatez: «No puedo hacer gastos excesivos, pero quiero que mi obra sea publicada sin errores gramaticales ni erratas; merezco que se la lea como un trabajo profesional bien hecho». A quienes consultan, una respuesta.


A quienes se arriesgan a publicar sus obras sin recurrir a la ayuda profesional les hago un llamado de atención (más bien es un grito estridente y angustioso, pero, bueno, me controlo): los lectores merecemos un libro bien editado, fácilmente lecturable, sin errores, sin erratas, una edición cuidada, en lo gráfico y en lo gramatical. Los malos libros son mayoría, con malos contenidos. Los malos libros son mayoría, con malos continentes. Un buen contenido bien editado es respeto hacia el lector. Quienes trabajamos en el ámbito editorial podemos distinguirlos, compararlos, valorarlos, disfrutarlos… y sabemos que el lector, inconscientemente, recibirá ese mismo cuidado editorial y no abandonará la lectura por encontrarla engorrosa, cansadora, confusa, incómoda… En el lenguaje, dentro del estilo de escritura de cada autor: la claridad, la precisión y la concisión que nos vuelven lectores agradecidos. En el formato gráfico: un diseño editorial adecuado y profesional.


También nosotros, los correctores (las correctoras, la mayoría somos mujeres), los editores y los diseñadores editoriales estamos solos. La mayoría carecemos del capital necesario para encarar la publicación de una colección de autores nacionales. Ganas nos sobran. Ganas me sobran.


La única consigna posible es unir soledades: autores en la creación de sus obras, consultándonos a quienes trabajamos en el ámbito editorial. Editores, correctores de estilo y diseñadores editoriales ocupados en dar cauce a esas consultas, derivando, guiando… Salir del solitario cascarón autoral significa tener la obra lista, completa y terminada, en un único archivo Word para que sea editada o corregida de estilo, y luego pase a ser diseñada o maquetada, y corregidas sus pruebas de página, sea para publicarse en papel o en internet… Lo ya dicho.


Un contenido textual que ronde la cantidad de 250.000 caracteres con espacios incluidos, ya sea porque es una novela, un conjunto de cuentos, un conjunto de poemas, un conjunto de canciones, un texto teatral o un guion cinematográfico. El contenido de una obra de tamaño mediano o estándar. Con una salvedad: no me refiero a obras de literatura infantil-juvenil, que suelen tener los interiores muy o menos ilustrados, sino a obras para adultos, sin ninguna ilustración o imagen, excepto en las cubiertas (la excepción son las buenas obras para preadolescentes de Cecilia Curbelo, en las que el diseño gráfico se limita a los títulos de los capítulos y en la cubierta).


Autoras, autores: No se queden esperando de brazos cruzados lo que no les llegará. Construyamos un puente desde ambas orillas y veamos cómo presupuestar el costo de una edición textual, de una corrección de estilo, de un diseño o maquetado editorial. ¿Mis tarifas son altas para tu bolsillo? Y bueno, son lo justo para la experiencia que tengo acumulada y el buen resultado final (sí, ya me harté de la falsa humildad uruguaya, que no sirve para nada porque mezcla lo bueno con lo mediocre). Pero también puedo ofrecerte una corrección ortotipográfica, la lineal, que no profundiza en la redacción, pero despeja los errores de ortografía y ortotipografía, y tiene un costo menor para tu bolsillo. O derivarte a editores, correctores y diseñadores que recién comienzan y manejan otras cifras. O… pensemos juntos en las soluciones.


Un consejo: desconfíen de los profesionales de la edición que siguen desinformados y olvidan a las otras partes de esta trinidad del buen resultado. Repitamos (oremos) todos juntos: a) el editor de textos; b) el corrector de estilo; c) el diseñador editorial. Desconfíen de las editoriales, tanto de las grandes como de las pequeñas (casas editoriales o sellos editoriales, tanto da) que ofrecen solo una parte de esta dinámica esencial.


Estamos todos del mismo lado, tal vez no tan a la deriva como parece, todos en el mismo botecito, a la intemperie y remando juntos contra la corriente para llegar al bienvenido puerto.


 

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