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Escondido en otro

Actualizado: 29 abr 2019

Poeta, narradora, ensayista

Uruguay


Iba a comenzar a escribir una breve reseña sobre la novela Para acabar con Eddy Bellegueule, de Édouard Louis, y tomé conciencia de que mis dos reseñas anteriores también referían a la violencia, violencia en todos sus estilos (familiar, social, de pares) y todas sus manifestaciones (físicas, verbales, psicológicas).


Es que esa sutil, y no tan sutil, violencia cotidiana mata en muchos sentidos, y muchas veces la víctima llega al suicidio. En la sociedad actual se han identificado, nombrado y estudiado cada modo de violencia. Se conoce, se comenta, se trata psicológicamente, no se oculta ni disimula más.


En lo personal, la violencia me remueve. Es como el reflejo de un rayo sobre el pecho: mi alma sufre y duele.


Las estadísticas corren hacia las nubes, en oscuro contraste con el empoderamiento de las víctimas.


¿Es que las víctimas dejan de ser víctimas en algún momento? Se ha comprobado que quienes sufren bullying de niños o adolescentes padecen como adultos de trastornos psiquiátricos, depresión, ataques de pánico. Puede suceder que el hostigador, al ser hostigado, al haber vivido las dos caras del bullying, resulte aún más vulnerable ante las enfermedades psiquiátricas.


Las mujeres víctimas de violencia doméstica han logrado romper el tabú, no sufren en secreto y a escondidas. Hoy están denunciando a sus victimarios. Pero la denuncia y el retiro impuesto al victimario por la justicia no implican que la mujer se recupere psicológicamente, ni que los hijos que crecen en un hogar signado por la violencia no padezcan problemas psicológicos, que en la adultez lleven a enfermedades psiquiátricas.


Cuando veo a un adulto retraído, que en una fiesta se esconde en un rincón o directamente se niega a salir de su casa, o que por el contrario no cesa de llamar la atención y se convierte en el centro de las fiestas, pienso qué triste historia cargará en sus espaldas.


Las relaciones sociales personales se han tornado más difíciles. Cuando digo relaciones sociales personales quiero hacer referencia específicamente a lo que hoy es tan cotidiano: las relaciones sociales a través de las redes.


En las redes, protegidos por la falta de contacto real, protegidos por la pantalla, todos cambiamos nuestra personalidad, la cambiamos en el personaje que queremos mostrar, que dura mientras podamos mantener las estrategias y no nos saquemos nuestra propia máscara.


El adulto retraído puede convertirse en su perfil de Facebook en el ser más simpático, divertido y sociable, con muchos seguidores, así como mantener en Instagram un continuo derroche de alegría en sus fotos e historias. Todo esto es breve y transitorio. La víctima sigue allí.


Hoy tenemos películas y series que nos hablan de la violencia doméstica, del bullying, del deterioro en las relaciones sociales, pero seguimos padeciendo de la ausencia de estrategias por parte del Estado para prevenir la violencia.


Mientras tengamos niños que crecen entre cuatro paredes de cartón, techo de chapa o un simple nailon, sin agua corriente y sin electricidad; mientras siga el ausentismo escolar y la falta de educación; mientras sigan existiendo los que se llamaban cantegriles, hoy asentamientos, los segregados sociales, los analfabetos sociales… habrá violencia.


Mientras las clases sociales con más recursos económicos no comiencen a cultivar con más rigor la tolerancia, el respeto y solidaridad, habrá violencia.


La novela Para acabar con Eddy Bellegueule nos habla de violencia, de todos los tipos de violencia. En esta autobiografía la violencia campea: la violencia social, la familiar, el bullying, de tal forma que el protagonista acaba consigo y cambia su nombre, su vida, su centro de vida.


Me sorprendió cómo una persona, una única persona, puede llegar a sufrir tanta violencia. ¿Cuánto daño hay en su alma, en su psiquis?


El autor señaló que su novela: «La verdad es que la rebelión contra mis padres, contra mi clase social, su racismo, su violencia, sus atavismos fueron algo secundario. Porque, antes de que me alzara contra el mundo de mi infancia, el mundo de mi infancia se había alzado contra mí. Para mí la familia y los demás, me había convertido en una fuente de vergüenza, incluso de repulsión. No tuve otra opción que la huida. Este libro es un intento de comprenderla.»


Señalado desde niño como «mariposón», «puto» y demás epítetos, con un padre desocupado y alcohólico, rudo y violento, con una madre que debía cumplir con el rol de sustento del hogar, cocinera, y demás quehaceres, con un hermano violento, en una Francia rural, profunda, reaccionaria, en el que el sadismo, intolerancia y discriminación podían llevar a verdaderas persecuciones orgías de violencia y sadismo, en esa sociedad creció Eddy Bellegueule.


Ese desmadre de violencia, discriminación, homofobia, había producido una víctima que, ¿por qué no?, se había engrandecido por su propia victimización. Violado, marginado, estigmatizado en su hogar, Eddy aprende de la peor manera posible lo que va a ser su vida en ese pueblo. Tratando de sobrevivir utilizó todas las armas posibles, entre ellas su propia homosexualidad, buscando el goce de violado pasa a violador.


Al comienzo trata de transformar su inclinación inicial por vestirse con la ropa de su hermana, en un viraje hacia la construcción masculina, tratando de imitar a su hermano al caminar evitando mover las caderas, pero todo resulta inútil, esa lucha por no sobresalir, camuflarse, ser igual al mundo que lo rodea, no solo no lo conduce a nada, sino que lo hace sentir más víctima.


Eddy logró vivir su homosexualidad en total libertad, gozar la vida y ser en París. Un simple pasaje a París implicó un pasaje a su libertad. Pero en apariencia esa libertad de ser no alcanzó, necesitó destruir a Eddy y renacer como Édouard Louis. Un Édouard Louis que manifestó. «Yo utilizo la literatura como una herramienta de verdad».


Édouard Louis

Narrativa Salamandra

2014

 

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