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El verano del monstruo: Mary Shelley y la creación de Frankenstein

Abogada y escritora

Uruguay


Una imagen distorsionada


Todos conocemos al horrible monstruo con tornillos varios distribuidos en cuello y cabeza, amén de otros detalles igualmente desagradables. No todos sabemos, sin embargo, que esa imagen mundialmente famosa que nos han dado el cine y la televisión tiene poco que ver con el personaje original de la novela de Mary Shelley (1818). De hecho, “Frankenstein” ni siquiera es el nombre de la criatura, sino el de su creador, el inteligente y atormentado Victor Frankenstein; el espantoso ser no recibe ningún nombre propio a lo largo de la obra, sino que es llamado (entre otras denominaciones inquietantes) “monstruo”, “criatura”, “demonio” y “demoníaco cadáver”.


Otro dato sorprendente es que la novela (precursora del género que hoy conocemos como “ciencia ficción”, mucho antes de que Jules Verne o H. G. Wells escribieran sus obras) fue escrita por una adolescente de 18 años, como consecuencia de un verano lluvioso que ella y sus amigos pasaron contándose cuentos de terror.


En su libro, Mary trabajó sobre un problema que las películas de terror basadas en él rara vez han tratado: el del progreso de la ciencia y sus límites, cuestión tan controversial y candente en su época como en la nuestra. Específicamente, Mary aborda el tema de la facultad de crear vida y de cómo ésta puede contravenir las leyes naturales con terribles consecuencias. Hoy en día, con la clonación como una realidad indiscutible y avances científicos no acompañados por un crecimiento en el ámbito ético y moral, las interrogantes a las que Mary Shelley se enfrentó hace más de 200 años no han perdido su vigencia.


Vacaciones con lluvia


El 1816 pasaría a la historia como el “año sin verano”. La erupción del volcán Tambora, en Indonesia, creó anomalías climáticas en todo el mundo; en Europa, el “invierno volcánico” no tardó en hacerse sentir, arruinando cosechas, matando al ganado y, en un menor nivel de gravedad, alterando los planes de un grupo de chicos ingleses que pasaban sus vacaciones en Suiza.


Junto a su amante (y futuro esposo) Percy Bysshe Shelley, entonces de 23 años, Mary Godwin, de 18, llegó a Villa Diodati, una imponente mansión a orillas del lago Ginebra que había sido alquilada por el excéntrico poeta Lord Byron, amigo de ambos.

Completaban el grupo John Polidori, médico personal de Byron, y la hermanastra de Mary, Claire Clairmont, que, obsesionada con el lord, había viajado hasta allí con la intención de reconquistarlo.


Así, el núcleo de amigos que se congregó en la inmensa casa ese lluvioso verano de 1816 estaba compuesto por jóvenes de entre 18 y 28 años, que viajaban por Europa sin demasiadas preocupaciones y habían recalado a orillas del lago con intención de dedicarse a excursiones, caminatas, paseos en bote y —por supuesto— charlas literarias.


Pero el clima falló: el frío y la lluvia obligaron al grupo a quedarse puertas adentro, y las veladas de los chicos empezaron a extenderse hasta el amanecer. Sabemos que los temas de conversación incluían la ciencia y lo sobrenatural, y que se entretuvieron también con la lectura de un libro de cuentos de fantasmas. Una noche, ya aburrido de las historias del libro, Lord Byron propuso una competencia: cada uno de ellos escribiría un relato de terror y ganaría el autor del más horripilante. Este fue el desafío que daría origen a uno de los personajes más famosos de la literatura universal, aunque esta fama, como vimos, haya venido de la mano de una total distorsión de la narración y su protagonista.


Si bien Byron y Shelley comenzaron a escribir sus relatos, solo Polidori y Mary cumplieron el desafío (Claire, aparentemente, no participó de la propuesta). El trabajo de Polidori, El vampiro, acerca de un aristocrático demonio que acecha en los círculos de la alta sociedad, se insertó en la moda/furor de la narrativa gótica y fue la inspiración de la famosa novela de Bram Stoker (así, en el desafío de Villa Diodati está también, indirectamente, el germen de otro personaje muy vivo en el imaginario popular).


Mary cuenta que al principio no se le ocurría ninguna idea; pero, unos días después del desafío lanzado por Byron, tuvo una especie de “sueño en la vigilia” durante el cual vio a un “pálido aprendiz de las artes oscuras, arrodillado junto a la cosa que había creado”. Esta pesadilla fue el punto de partida de la novela, que Mary terminaría en mayo de 1817.


Frankenstein y su criatura


En el libro, un barco que navega en la zona del Círculo Polar Ártico queda inmovilizado por el hielo y su capitán rescata a un hombre enfermo que recorre las blancas extensiones sobre un trineo. Este hombre es Victor Frankenstein, y el relato de las vicisitudes que lo han llevado hasta allí constituye la parte central de la novela.


Interesado en la ciencia moderna, Victor ha descubierto la forma de crear vida a partir de materia inanimada. Si bien no describe el proceso que ha seguido, sí dice que ha usado materiales provenientes de morgues y salas de disecciones. Pero la repugnante criatura así creada se escapa una vez que cobra vida y Victor le pierde el rastro.


Tiempo después, nuestro hombre recibe la noticia de que su hermano menor ha sido asesinado y se convence de que el culpable no es otro que el monstruo. En un encuentro posterior, la criatura confesará el crimen y le contará la historia de su soledad y su desgracia, pidiéndole que le fabrique una compañera con la que pueda vivir en paz, alejado de todo. Al principio, Victor acepta, pero luego destruye al monstruo hembra a medio hacer. Enfurecida, la criatura retoma su carrera homicida, llevando a su creador a perseguirlo para la confrontación final.


La novela se publicó en enero de 1818 y fue recibida por la crítica con opiniones casi uniformemente desfavorables (una notable excepción fue Sir Walter Scott). El crítico del Quarterly Review, por ejemplo, la consideró “un tejido de horribles y repugnantes absurdos”. Sin embargo, la acogida del público fue positiva y Frankenstein nunca ha dejado de reeditarse.


Mary después del monstruo


En diciembre de 1816, ese año cargado de sucesos, Percy Bysshe Shelley y Mary Godwin finalmente se casaron, luego del suicidio de la primera esposa de Percy. Tiempo después, su oposición a la restrictiva sociedad inglesa los llevó a radicarse en Italia, donde vivieron una existencia cada vez más nómade, yendo de ciudad en ciudad y rodeándose de un círculo cambiante de exiliados y excéntricos. De los cuatro hijos que tuvieron, sólo uno alcanzó la edad adulta. Cuando Percy, con menos de 30 años, murió en un accidente de navegación en la bahía de Lerici, Mary regresó a Inglaterra con su pequeño hijo. Nunca volvió a casarse. La hostilidad de su suegro, que había cortado todo vínculo con Percy muchos años antes, la mantuvo en la pobreza y alejada de la sociedad “respetable”.


Sin embargo, tal como lo había hecho en sus años de exilio en Italia, Mary cultivó su propio entorno social y, en parte gracias a los cuidados de su hijo, alcanzó finalmente una cierta tranquilidad económica y afectiva. Murió, posiblemente de un tumor cerebral, en 1851.


Sin duda nunca imaginó, en aquellas noches febriles en la vieja mansión del lago, en los días errantes en Italia ni en los largos años de su viudez, que su monstruo se transformaría en un fenómeno de masas casi sin relación con la historia que ella había creado: una historia donde lo importante no era el terror por el terror mismo, sino los excesos de la ciencia y la ignorancia de una humanidad ebria (en palabras del propio Victor) de “la soberbia del conocimiento”.


 

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