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El lápiz mágico de Malala

Actualizado: 7 may 2019

Contratada predoctoral en Universidad de Castilla-La Mancha,

investigadora en literatura infantil y juvenil

España

«Un niño, un maestro, una pluma y un libro pueden cambiar el mundo». Estas palabras pronunciaba Malala Yousafzai en 2013, en Naciones Unidas.


Malala es una joven pakistaní, activista, especialmente comprometida con la lucha por la educación de las niñas del valle de Swat, en su país. Con tan solo once años y bajo el seudónimo de Gul Makai, escribía para el servicio en urdu de la BBC sobre la vida bajo el yugo de los talibanes. En 2012 sufrió un disparo cuando volvía del colegio, al que sobrevivió milagrosamente.


Todas estas pericias vitales se ven muy bien reflejadas en El lápiz mágico de Malala, un libro ilustrado con texto de la propia Malala e ilustraciones de Kerascoët, editado por Alianza.


Unas sugerentes palabras invitan a adentrarse en la historia: «¿Crees en la magia?». Un cielo difuminado, unas casas y las palabras doradas que se escapan del cuaderno de Malala convirtiéndose en hermosas flores nos hacen pensar que sí, que Malala creía —y cree— en la magia.


De pequeña veía un programa por televisión en el que salía un niño que tenía un lápiz mágico. Una Malala todavía niña también soñaba con tener uno y fantaseaba con los hipotéticos usos que le daría: dormir más, un balón para sus hermanos, los mejores vestidos para su madre o hacer felices a otras personas.


Un día vio en el basurero a otros niños recogiendo metales para venderlos y ayudar así a sus familias. Este hecho supuso un punto de inflexión en su vida, pues a ella le gustaba ir al colegio, pero no sabía que era afortunada por ello. Así, pues, empieza a reflexionar acerca de la posibilidad de ser libre en un país en que las niñas estaban férreamente controladas y «no se les permitía convertirse en lo que soñaban».


Malala lo tenía claro: si tuviese su lápiz dibujaría un mundo mejor, un mundo en paz. Una magia y una paz reflejadas en las ilustraciones a lo largo de toda la obra, con tonos dorados.


Cuando los talibanes prohíben a las niñas ir a la escuela, pasa del deseo a la acción. Comienza a escribir. Las ilustraciones nos muestran a una joven Malala escribiendo sobre su cama en papeles dorados que muchas personas leen. Además, empieza a hablar, a dar discursos y voz a todas las niñas del valle. Hecho por el que afirma que intentaron silenciarla, en clara alusión al atentado que sufrió en 2012.


A continuación, una ilustración a doble página repleta de personas con pancartas en varios idiomas, muestran a seguidores de Malala que denuncian las injusticias y dan voz a los oprimidos.


Malala cree todavía en la magia. En su palabra y en su trabajo encontró el lápiz mágico que buscaba.


Autora: Malala Yousafzai

Ilustrador: Kerascoët

Traductora: Julia Fernández

Alianza Editorial, 2017

 

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