Escritora
Uruguay
Antes, hace mucho tiempo, pensaba que hablar del trabajo de un amigo o de una amiga no era válido, porque era frecuente que cayéramos en la subjetividad. Ahora pienso lo mismo, con un agregado: para mÃ, la objetividad pura y dura no existe.
Cuando conocà a Helena Modzelewski no sabÃa que estaba conociendo a Helena Modzelewski. Era una escritora entre tantos otros escritores que, al igual que yo, habÃa sido convocada por Ediciones de la Banda Oriental en Montevideo para la celebración de un aniversario, que habÃa originado la edición de un libro con relatos de los autores que recibieron, en su momento, premios o menciones en el concurso organizado anualmente por la Fundación Lolita Rubial y la editorial. ServirÃan un brunch, palabra que resume el breakfast y el lunch norteamericanos y que últimamente es un vale todo en gastronomÃa.
No se me ocurrÃa la razón de no haber escrito en la invitación que compartirÃamos una picada bien a la uruguaya regada con una copa de vino y esa era una de mis resistencias a concurrir. Pero me acompañaban Nora Pons y su esposo, Quique Faget, amigos queridos, y eso suprimÃa en parte mi total rechazo a las reuniones de escritores que siempre o casi siempre me parecieron concilios de egos que se atropellan ferozmente entre sÃ, con mayor o menor delicadeza.
Como buena habitante del interior-exterior de la República Oriental del Uruguay, no me gustan los montevideanos que parecen montevideanos, especialmente porque he vivido y viajo a menudo a Montevideo y los conozco bastante bien, lo que hizo que desarrollara cierto instinto para catalogarlos.
Apenas si conocÃa a algunos de los que habÃan concurrido al brunch. HabÃa egos enormes, claro está. Imposible negarlo. Pero habÃa otros cuyas personalidades no avasallaban y brillaban con propia luz. Entre ellos, Helena. Parada a mi izquierda, ofreciéndose a sostener el cartel que me habÃan entregado y me molestaba. A cambio, yo me ofrecà a tenerle la campera, porque hacÃa calor.
Me parece que nos presentamos después, cuando terminaron de sacarnos las fotos, pero antes charlamos como amigas y nos reÃmos todo el tiempo. Eso, instantáneamente, me hermanó a ella, en especial porque no se parecÃa a una montevideana. Por otra parte, es poca la gente que se rÃe a carcajadas en fotos formales. Muy difÃcil encontrarla. Basta mirar una foto, cualquier foto, y se comprenderá lo que digo. Yo lo hago. Y Helena también.
Cuando volvà al apartamento de Nora, busqué en el libro el cuento que escribió Helena. En la página 93 del volumen 25/40 Narradores de la Banda Oriental se encuentra el relato de Helena Modzelewski: «Un reino muy muy lejano». Lo leà con fluidez, porque estaba escrito con fluidez. Con un dejo de emoción contenida, con historias que se entrecruzaban para dar marco a la historia de aquella amiga lejana, proveniente de una realidad que a veces nos cuesta mucho aprehender. Era una historia para ser contada y Helena la habÃa contado.
Un escritor está llamado a hacer eso: contar historias. Y si lo hace bien, más disfrutable será y más se acercará a nuestro corazón.
«Un reino muy muy lejano» es la historia de una sobreviviente, algo que he visto en reiteradas ocasiones en los trabajos de Helena a lo largo de este año que nos conocemos. Como lo son sus libros: El refugio de las palabras dormidas y A su imagen y semejanza. Como lo es el último relato que he leÃdo, porque habla de la sobrevivencia del amor, más allá del amor mismo, y que se titula: «Extraña conversación sobre tiempo y espacio». Aquel hombre y aquella mujer que «habÃan seguido por siempre el camino de lo que debÃa ser» y que alimentaron a través del devenir del tiempo y la distancia un sentimiento enriquecido por la amistad, eran más que amantes.
La filigrana es una técnica de orfebre que consiste en fabricar finÃsimos hilos entrelazados y soldados entre sÃ, y se le concede tanto valor a los espacios ocupados como a los vacÃos. Helena Modzelewski cuenta una historia como si estuviera trabajando en una filigrana. Una historia que puede parecer triste, aunque eso depende de nuestra propia idea de la tristeza y de nuestra opinión personal sobre la felicidad. Una historia contada por una mujer de intelecto brillante, con una herencia polaca sufriente y guerrera mezclada a una uruguayez entrañable, lo que se vislumbra en su escritura. Y una luz que no se puede esconder bajo la mesa.
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